Más allá de los altares adornados y las coloridas ofrendas, el Día de los Muertos en México se manifiesta también en la cocina, donde las flores se convierten en ingredientes esenciales que dan vida a platillos tradicionales. En este festín culinario, las flores no solo son elementos decorativos, sino fragantes y sabrosas esencias que rinden homenaje a la memoria de aquellos que han partido.
Flor de Cempasúchil en la Mesa
La omnipresente flor de cempasúchil, que guía a las almas de regreso con su resplandor anaranjado, no se limita al ámbito decorativo. En la cocina tradicional del Día de los Muertos, los pétalos de esta flor se incorporan a platillos como ensaladas y postres, aportando un toque floral único que complementa sabores y aromas.
Flor de calabaza: Colores y Sabores Vibrantes
La calabaza en flor, conocida como “flor de calabaza”, es otra joya culinaria del Día de los Muertos. Rellenas de queso, capeadas y fritas, estas flores ofrecen un contraste de colores vibrantes y un sabor delicado. Esta deliciosa tradición no solo es un tributo a la temporada, sino también a la conexión con la tierra y las cosechas.
Infusión de Cempasúchil y otras Hierbas: Elixir de Recuerdos
Las flores no solo decoran los platillos, sino que también se utilizan en infusiones y bebidas que sirven como elixires de recuerdos. Las infusiones de cempasúchil, combinadas con hierbas como la menta y el anís, crean bebidas aromáticas que no solo satisfacen el paladar, sino que también evocan la esencia del Día de los Muertos.
Buñuelos con Pétalos: Delicadeza en Cada Bocado
Los buñuelos, una delicia crujiente y dorada, adquieren un toque especial durante estas festividades. Al agregar pétalos de flores comestibles a la masa, se logra una fusión de texturas y sabores que captura la esencia misma de la celebración.
En la cocina tradicional del Día de los Muertos, las flores no son simplemente adornos, sino ingredientes que resaltan la conexión entre la vida y la muerte. Cada bocado es una celebración, un tributo que fusiona la memoria con la vitalidad de la gastronomía. A través de la incorporación de flores en la cocina, la tradición cobra vida en una sinfonía de sabores y aromas que honran no solo a los seres queridos que han partido, sino también a la riqueza cultural que perdura a través de las generaciones.